En un clima de alegría, de paz, de serenidad y esperanza, monseñor Fernández celebró la Misa de Nochebuena y recordó, durante la Homilía, que “nos ha nacido un Salvador”. Un Salvador que “vino, no faltó a la cita, y está aquí, está entre nosotros, está en tu vida”, manifestó y sostuvo: "Estará allí, fiel y amigo, bajo el sol y la lluvia, todos los días hasta el fin del mundo".
El arzobispo reflexionó que es el Salvador quien “te salva de la oscuridad interior, porque él es capaz de hacerse presente allí donde ni siquiera quisieras mirar, en ese mundo oscuro de tu interior profundo. Él te salva, y puede entrar allí con su luz”. Es quien “te salva del sinsentido, de no saber para qué estás viviendo. Porque si conversás con él siempre encontrás un rumbo, un significado a lo que te toque vivir”, remarcó.
Además, añadió que el Salvador es quien “te salva del vacío interior, porque él es capaz de llenarlo todo con su gracia y su amor, y eso nos basta. Te salva del miedo y de la desesperación, porque él te promete que si confiás no podrán con vos, y con él es posible superarlo todo”. “Y te salva de vos mismo, porque con su gracia podés superar el egoísmo, podés levantar la cabeza para adorar a Dios y para reconocer a los demás”, agregó.
Finalmente, monseñor Fernández señaló que, ante el Salvador, “podemos entregar en sus brazos todo lo que no anduvo bien en este año que termina, para que él lo purifique, e invocamos su gracia para el año que comienza. Si lo dejás entrar, si lo dejás nacer en vos, sin duda podrás vivir un año mejor”.
"Vino el que te salva"
"Nos ha nacido un Salvador. Vino, no faltó a la cita, y está aquí, está entre nosotros, está en tu vida.
Vino tu Salvador. ¿Y de qué te salva?
Te salva de la oscuridad interior, porque él es capaz de hacerse presente allí donde ni siquiera quisieras mirar, en ese mundo oscuro de tu interior profundo. Él te salva, y puede entrar allí con su luz: “Sobre los que caminaban en tinieblas y en sombra de muerte ha brillado una gran luz”.
Te salva del sinsentido, de no saber para qué estás viviendo. Porque si conversás con él siempre encontrás un rumbo, un significado a lo que te toque vivir.
Te salva del vacío interior, porque él es capaz de llenarlo todo con su gracia y su amor, y eso nos basta.
Te salva de la soledad, porque él es presencia, es Dios con nosotros.
Te salva de una vida asfixiada y cerrada, sin horizontes, porque con su luz él nos hace ver más allá de todo.
Te salva del miedo y de la desesperación, porque él te promete que si confiás no podrán con vos, y con él es posible superarlo todo.
Y te salva de vos mismo, porque con su gracia podés superar el egoísmo, podés levantar la cabeza para adorar a Dios y para reconocer a los demás.
Un niño nos ha nacido, y la fortaleza se viste de debilidad, la inmensidad se viste de pequeñez, la perfección se viste de sencillez. Y no sólo se viste, sino que la asume realmente, hace suya nuestra pequeña humanidad, se convierte en uno de nosotros y hace resplandecer su misterio divino en nuestra pobre carne.
Si alguien quisiera inventar una religión, la más sublime y más bella, no se le ocurriría algo tan bonito, como Dios haciéndose hombre. Umberto Eco, que se presenta como agnóstico, dice: Aunque yo no crea, el solo hecho que los humanos puedan llegar a creer algo tan hermoso, no deja de tocar mi corazón y de invitarme a ser más bueno.
Un niño nos ha nacido. ¿Qué más podías hacer Señor, para mostrarme tu cariño, para ofrecerme tu amistad, para estar cerca de mi vida de todos los días? No importa tanto lo que sientas o cómo esté tu ánimo ahora. A él no lo doblegan tus olvidos, no lo alejan tus estados de ánimo variables, no lo espantan tus rechazos ni tus miedos. Estará allí, fiel y amigo, todos los días, bajo el sol y la lluvia, hasta el fin del mundo.
Te lo dice la certeza de tu fe: él vino, él está, para enfrentarlo todo con vos, para que levantes la cabeza y no te dejes vencer, para que vuelvas a experimentar cuánto valés, cuánto valés, porque hay un amor infinito a tu lado, rodeándote, abrazándote, levantándote una y otra vez.
Por eso podemos entregar en sus brazos todo lo que no anduvo bien en este año que termina, para que él lo purifique, e invocamos su gracia para el año que comienza. Si lo dejás entrar, si lo dejás nacer en vos, sin duda podrás vivir un año mejor. Así sea."
+Víctor Manuel Fernández
Arzobispo de La Plata